lunes, 15 de marzo de 2010

Mixed Martial Arts

En realidad no existimos, es un juego, así tomamos todos los riesgos, los más peligrosos y nos convertimos en animales responsables de nuestros deseos.
Bueno yo perdí mis deseos, es por eso que me dedico a la lucha.
He aprendido como aniquilar a alguien. Hay otra gente que también aprendió lo mismo. Cada vez que voy a enfrentar a un animal como yo, siento miedo. El sentirá lo mismo.
No somos hombres, los hombres tienen reglas.

Gimnasio

Recuerdo, claro. Me acuerdo de mi familia. Yo tenía 13 o 14 años, tenía que presentar las carpetas en la escuela, todas incompletas, no había nada y no entendía nada, iba a repetir el curso, éste seguro y el que viene y el que viene y todos. Mi mamá era depresiva, religiosa y creía en la educación. Mi hermana tenía dos hijas que lloraban todo, todo el tiempo, dos mellizas recién nacidas; su novio no existía. Mi hermano, una persona violenta, aparecía de vez en cuando. Mi papá bebía con frecuencia y coleccionaba estampillas. Otra gente espantosa rondaba el hogar además de ellos, y más niños, niños que lloraban. Todos nos reuníamos a veces en una mesa rectangular enorme, la muchedumbre, la violencia, la pobreza, eso era mi familia y era considerado algo sagrado.
Recuerdo tenía 14 años y recuerdo abandonar ese lugar, la vida sólo es saber darse cuenta de las cosas a tiempo. Viaje por varias ciudades, hasta que por fin me detuve en una, donde conseguí un trabajo más o menos estable. Era una ciudad pequeña, un pueblo digamos. Y ahí conocí el gimnasio. Era un lugar lleno de viejos, gordos, escuálidos sin fuerza, golpeando bolsas de arena y golpeándose entre ellos sin parar, ni siquiera seguían un método. El lugar era la muerte misma o un infierno sin diablo. Las únicas dos personas que valían la pena en ese lugar éramos el entrenador y yo. Pronto falleció el entrenador y yo comencé a enseñarles a los escuálidos jóvenes, poco a poco se fueron acercando más y creció la escuela. Hoy estoy donde estoy, cada tanto saco un pupilo con proyección. La vida para mí es eso, nada más, no se si soy feliz, pero por cada vez que recuerdo la mesa rectangular, la cara de los comensales, el llanto interminable de los niños, el olor alcohol de mi padre, la fé de mi madre, fijo los ojos y digo con orgullo “trabaja el cuerpo pibe, arriba abajo, bien , bien, ritmo, velocidad, que hasta la noche no paramos"