jueves, 15 de abril de 2010

87 kilos

Otra pelea monstruosa del gorila de Cincinnati. Cientos de golpes. Jab, jab, gancho, alto, al cuerpo, volados. Es un animal, lleva 31 peleas y 31 victorias antes del límite, 24 antes del segundo round. El Gorila de Cincinnati se llama Clifford Robinson, es de raza negra y marca un peso de 87 kilos en la categoría pesado.
Esta noche fue todo lo mismo, su rival el único contendiente posible sufrió el ataque de un toro salvaje y hambriento. Esta noche Clifford abandonó el cuadrilátero con un pensamiento. Ese pensamiento nunca supo que era. Lo conservó hasta llegar a su casa y acostarse. La mañana siguiente Clifford se levantó y compró un canario.

Onceavo asalto

Que hermoso día que es hoy, un día fresco pero soleado. Salí esta mañana a hacer unos trámites. Ahora me he desocupado. Le mando un mensaje de texto a la chica con quien estoy saliendo “ Hola, como estás angelito? ¿Qué estás haciendo?" pregunto. "Estoy en el banco, si querés vení”. Me contesta.
Voy, el encuentro es frío pero cordial. Empezamos a conversar, trato de abrazarla pero resulta muy incómodo. Luego entramos a otro banco y yo me quedo esperándola afuera.
Ella sale, no sabemos de que hablar. La acompaño a la parada. Nos miramos y nos reímos tímidamente. Nos besamos, es lindo. Llega el colectivo y ella sube. Estoy un poco tenso, todo fue confuso. Miro el piso fijamente. Barrios anoche había perdido una pelea tremenda por el campeonato con Rocky Juárez. Se masacraron brutalmente durante diez asaltos a sangre viva. En el onceavo la pararon por múltiples cortes en el rostro de Barrios. Me pregunto si Barrios seguirá peleando. Sigo un poco tenso. Levanto la mirada y miro el cielo a través de los edificios. Nada es tan importante.

De nuca al suelo

Eric Morales estaba ubicado atrás del mostrador. Tenía 38 años y el rostro ya redondo.
Era un día frío; entró un muchacho al negocio y compró medio kilo de carne molida. Eric se la entregó y recibió el dinero. Se agachó a buscar el cambio.
Los pensamientos entran en una persona de forma inesperada y espontánea. El había tenido una pelea de campeonato. Empeñó su vida para esa chance, días y noches en el gimnasio. Durante la pelea se había encargado de castigar a su rival sin parar. Le había acometido una buena combinación y se encontraba a punto de noquearlo. Amagó con izquierda, titubeó y en ese momento le vino a la mente el rostro de su padre atendiendo la carnicería cuando él era niño, pasó un segundo y recibió un terrible gancho al mentón. Cayó desplomado, de nuca contra el suelo. Sufrió una contusión cerebral y nunca más volvió a pelear. Encontró las monedas justas y se las entregó al muchacho. Por el rostro de Eric no pasaba nada, miró el día frío a través de la ventana, agacho la cabeza y se puso a acomodar los restos de carne molida que habían quedado en el mostrador.